viernes, 1 de diciembre de 2017

Londres en la época victoriana

La ciudad de Londres estaba dividida en dos: el Londres rico y el Londres pobre.
-LONDRES RICO:
Tres eran los barrios más opulentos de Londres: Berkerley Square, Belgravia y Hyde Park. En ellos era fácil encontrarse a las damas paseando con sus elegantes vestidos protegiéndose del sol con sus elaboradas sombrillas, y a los caballeros con sus chisteras dirigiéndose en sus carruajes a negocios de venta, bufetes o bancos. 
En los parques, por las tardes, las niñeras cuidaban a los niños o paseaban a los bebés, cubiertos con cálidas mantas o colchas bordadas en grandes cochecitos de paseo.
Por la noche, las calles se encontraban iluminadas de forma tenue por las lámparas de gas, llevando a los adinerados victorianos de vuelta a casa tras las cenas y fiestas que se celebraban en casas privadas o en los locales londinenses de moda, muchos de ellos de dudosa reputación. 
Belgravia era el centro de la riqueza victoriana y eduardiana. En un principio esta zona y alguno de sus barrios eran realmente peligrosos y feudo de bandidos y delincuentes, que hacían que los victorianos más adinerados procuraran evitar vivir en las proximidades, sin olvidar las frecuentes inundaciones que llenaban los campos de barro y hacían que el alcantarillado se desbordase llenando las calles de aguas fecales, excrementos y un olor fétido. 
El barrio cambió, convirtiéndose en un barrio lleno de magníficas plazas con bellos jardines adornadas con destacadas estatuas. Las casas construidas eran elegantes edificios adosados de poca altura (dos, tres o cuatro plantas), de diseño Neoclásico con líneas muy puras y sus clásicos estucados. La rica burguesía acogió con entusiasmo el nuevo barrio y la aristocracia lo convirtió en su "residencia de Londres" ya que ellos vivían en sus casas de campo. Los inquilinos de esta zona comenzaron a marcar la diferencia económica y social de Londres. Toda aquella persona que era alguien tenía su residencia en uno de los barrios de esta zona. 
En barrios colindantes, mucho menos lujosos, vivía la clase media, pequeños comerciantes con negocios de hostelería, mercaderes y profesionales liberales, cuyas familias no pasaban necesidades pero tampoco eran ricas aspirando a codearse algún día con los habitantes de los barrios lujosos de la ciudad. 
-LONDRES POBRE: 
Frente al lujo, elegancia y opulencia, existía otro Londres radicalmente opuesto, donde la esperanza de vida de un infante trabajador del suburbio no alcanzaba más allá de los 16 años; de hecho, la mitad de los niños de estos barrios fallecían antes de cumplir los 5 años. 
En estos barrios la pobreza, el hambre y la miseria eran los compañeros de vida diarios de sus habitantes. El maltrato a las mujeres y los niños, el alcoholismo y la prostitución no eran de extrañar a sus habitantes. 
El Londres soñado con el que se identificaba la elegancia alterna a la belleza victoriana no tenía nada que ver con una realidad no esperada ya que hombres, mujeres y niños buscaban comida podrida entre la basura para poder tener algo con lo que llenar sus estómagos. 
En las casas las familias vivían hacinadas, llegando a convivir 12 personas en pocos metros cuadrados insalubres. Esto llevaba a que las enfermedades se contagiaran, la higiene fuese ínfima y el aire limpio no fluyera por las habitaciones en las que varios miembros de la familia tenían que compartir camas. De hecho, en algunas casas se establecían horarios para poder descansar. 
Por supuesto en estas casas no existía ni agua corriente ni cuarto de baño. Las necesidades se hacían en calderos cuyo contenido se arrojaba posteriormente a la calle provocando un hedor insoportable. Para poder acceder a sus casas, algunas personas tenían que atravesar montañas de basura en las que las ratas acampaban a sus anchas, y hundir los pies hasta los tobillos en lodazales de excrementos. 
Este ambiente nauseabundo y la falta de higiene provocaba enfermedades y epidemias como la peste, el cólera o el tifus causando miles de muertos. 
Si una persona era pobre no tenía mucha elección a la hora de escoger trabajo; las mujeres solían trabajar como costureras, un trabajo nada deseable porque sus horas cosiendo eran casi interminables y estaban muy mal pagadas, pero al menos era un trabajo limpio y a cubierto. Una de las peores ocupaciones era la de hurgar en las alcantarillas en busca de cualquier cosa de mínimo valor, desde pequeños objetos de metal, botas, zapatos viejos o monedas. Además, se encargaban del deficiente alcantarillado londinense. Se caminaban horas y horas entre la basura de las alcantarillas; pero a veces las cosas se complicaban y morían de una enfermedad infecciosa que habían contraído, mayormente por las mordeduras de las ratas; también ahogados en las aguas subterráneas, o si quedaban atrapados en uno de los túneles, devorados por las mismas ratas. Era un trabajo muy peligroso. Otro de los trabajos era el de hurgar en el barro y el lodo que se posaba en las orillas del río Támesis. Este trabajo, también muy peligroso, era desempeñado principalmente por niños. 
El grupo victoriano más maltratado por la pobreza eran los niños con una gran cantidad de trabajo infantil y eran mayores de 6 años. Algunos de estos trabajos eran las minas de Gales, en las fábricas textiles o en las chimeneas de las mansiones londinenses. Por supuesto, la mayoría de ellos no iban a la escuela y no sabían leer ni escribir. Su pequeña constitución hacía que fueran los deshollinadores perfectos, ya que podían introducirse y trepar por las chimeneas con más facilidad que un adulto, pero era común que los pequeños quedaran atrapados y murieran ahogados por el hollín. Si no era así, el hollín iba llenando sus pulmones provocándoles una muerte dolorosa y lenta en pocos años. Estos niños, además de mal pagados, eran maltratados con palizas, pinchándolos con objetos afilados para que siguieran trabajando o metiendo sus cabezas en calderos de agua helada si se quedaban dormidos por el cansancio. 
Las niñas, que no trabajaban en fábricas solían ser vendedoras callejeras o ayudaban en casa a sus madres cosiendo u ocupándose de sus hermanos y las labores caseras mientras ellas trabajaban sin descanso. Muchas de ellas trabajaban en fábricas de cerillas en condiciones infrahumanas de casi esclavitud y la grave enfermedad que contraían a causa de los productos químicos con los que trabajaban. 
Muchos de estos niños se escapaban de sus trabajos y se convertían en ladrones y rateros. Pero ni malviviendo eran libres. Había desalmados que creaban bandas de rateros que tenían a los niños trabajando para ellos a cambio de no enviarlos a aquellas casas de maltrato y terror que eran los orfanatos victorianos. 

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