El Farkaskoldus se levanta de su tumba en posesión de siniestras habilidades, entre ellas, la de cambiar de forma a su voluntad transformándose indiscriminadamente en gato, perro o cabra para infiltrarse en las aldeas y comunidades rurales sin despertar sospechas.
Discreto por naturaleza, el Farkaskoldus selecciona cuidadosamente a sus víctimas, casi siempre, a personas ancianas o enfermas, tal vez creyendo que la cercanía con la muerte los vuelve más dóciles en su presencia.
Una vez hallada su víctima, Farkaskoldus se arroja sobre su cuerpo y bebe su sangre a través de numerosas incisiones y perforaciones hechas con sus dientes. La operación no deja de ser un riesgo para él ya que después de saciarse su cuerpo se vuelve notablemente denso, haciendo que su retorno a la tumba antes del amanecer sea un verdadero esfuerzo.
Los cazadores saben detectar la presencia de esta criatura mediante sus huellas, de un tamaño asombrosamente grande, que casi siempre giran en círculos alrededor de una tumba determinada; prueba irrefutable de que está habitada por un hematófago.
Una vez que el Farkaskoldus ha sido detectado, existen numerosas formas de matarle. La forma tradicional es quemarlo dentro de su ataúd y rociar las cenizas con agua bendita. Sin embargo, los piadosos prefieren efectuar varias operaciones de esta índole, por ejemplo clavarles una estaca de madera de Fresno en el tórax, cortarles la cabeza y llenarle la boca con dientes de ajo.
El Farkaskoldus es un Vampiro de probada resistencia; razón por la cual se suele emplear con él métodos de destrucción que ni siquiera se sugieren para otros Vampiros.
Los cazadores son recompensados eróticamente por mujeres de distintas clases sociales.
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