miércoles, 23 de agosto de 2017

La moda a lo largo del Siglo XIX

Durante las dos primeras décadas del Siglo XIX hay una continuidad del estilo Imperio que había empezado en el siglo anterior. El traje femenino llegaba hasta el tobillo y tenía un amplio escote, lo que puso de moda enormes chales para cubrirse.

Las conquistas napoleónicas también influían en el vestir; tras la expedición de Napoleón en Egipto, la moda se tiñó de cierta orientalidad y se puso de actualidad el turbante.
La Guerra de la Independencia volvió a despertar interés hacia lo español. Los hombres adoptaron nuevamente la capa española mientras que la mantilla, la peineta y el abanico reclamaban la atención de las mujeres.



Por otra parte, el vestuario masculino obtuvo una gran influencia inglesa. Aparece el fenómeno "dandy", donde el hombre destaca por su elegancia sin llamar la atención. Se ponen de moda los fracs, chalecos y corbatas. A partir de ahora será la mujer la que se convierta en la gran protagonista de la moda.
Alrededor del año 1820, se acusa un cambio bastante brusco en la silueta de la mujer. Vuelve la cintura alta, las faldas se ensanchan y las mangas se inflan. Los manguitos y el abanico se convierten en accesorios imprescindibles y los sombreros se adornan con flores y plumas.
Hacia los años 50, aparece la crinolina, unas enaguas a las que se le añadían aros de acero para hacerlas más rígidas, en España es conocido como miriñaque. Esta moda se popularizó en España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Como el volumen de la prenda no permitía usar abrigos, se usaban capas y grandes chales.
Con el tiempo, el miriñaque se fue aplanando dando origen al polisón. El vuelo de las faldas se concentraba hacia atrás de forma que se sostenía con un pequeño cojín sujeto a la enagua. Se le denominó "Moda Tapicera" ya que el juego de las faldas con sus pliegues recordaba a los cortinajes que decoraban las casas.
La moda masculina sigue siendo sencilla. Triunfa el uso del redingote, un abrigo abrochado por delante y abierto en la parte inferior. Se popularizan también nuevas prendas como la americana, que encuentra una amplia aceptación entre la gente joven junto con la ropa de deporte, usándose la chaqueta "Norfolk" para la caza.
En la última década del Siglo XIX, desaparece el polisón del vestuario femenino. Los vestidos se hacen de línea más fina y se usan tejidos como la seda y los encajes para blusas y enaguas. 
La política seguía influyendo en la moda. Francia se inclinaba a la alianza con Rusia y eso se notó en el empleo de pieles que hombres y mujeres usaron para sus prendas de abrigo. 

Hay una fecha que marca un antes y un después en el mundo de la moda, en 1858, Charles Frederick Worth abre el primer taller de costura de la historia. Desde el primer momento tuvo un éxito espectacular, llegando a contar con nueve reinas en su clientela. Aunque suaviza el vestuario femenino, éste seguía siendo rígido: puntillas alrededor del cuello, incómodos sombreros, plumas de avestruz y corsés para afinar la figura. 
A partir de ahora, la moda no sólo será una industria de creación, sino también un espectáculo publicitario al que sacar el máximo partido. En estos momentos, la industria de la moda empezó a ser la primera fuente de divisas para Francia y las élites culturales y la aristocracia serán sus principales consumidores. 






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