La leyenda popular sostiene que los Vampiros mueren con la luz del sol, sin embargo, esta idea es relativamente nueva. No hay referencias mitológicas que sostengan esta teoría.
Esta leyenda proviene de la película de uno de los Vampiros más conocidos de la Historia: Nosferatu: Una Sinfonía De Horror; una genial pieza del Expresionismo Alemán estrenada en 1.922.
Antes de esta película no existían leyendas ni ideas en el folclore ni en la mitología que afirmaran que los Vampiros pudiesen morir al entrar en contacto con la luz solar.
De todos modos, si bien los Vampiros de la leyenda no mueren con la luz del sol, como criaturas nocturnas que son están sujetas al hábitat natural en el que se desenvuelven, volviéndolos poco a poco aptos, o completamente inútiles fuera de él.
En cierta forma, los Vampiros son víctimas de su propia especialización nocturna.
Las primeras leyendas de Vampiros de la Edad Media, nos hablan de seres con graves dificultades para moverse por la luz del día.
Perfectamente adaptados a la vida nocturna, los Vampiros de la Edad Media vieron como sus capacidades y habilidades para atacar, se redujeron notablemente durante el día, tal como le suceden a la mayoría de depredadores nocturnos.
Los racionalistas empezaron a preguntarse por qué los Vampiros odiaban la luz del sol, pero en cambio, adoraban la luz de la luna, cuando ésta no tiene brillo propio sino que se refleja en ella la luz del sol.
Bram Stoker recogió esta incógnita mejor que nadie en la mejor novela de Vampiros clásica: Drácula. Propuso un razonamiento muy interesante:
-Los Vampiros no odian la luz del sol porque esta sea la fuente de la vida.
-Tampoco mueren durante el día y mucho menos al recibir un rayo de sol.
-En realidad, los Vampiros huyen de la luz del día por una simple cuestión de adaptabilidad.
Veamos por qué:
Los seres humanos somos criaturas diurnas, nuestro metabolismo sigue el ritmo de la luz solar. El hambre y el sueño están regulados por la ausencia o aumento de la luz del sol.
Stoker especula que los Vampiros son una especie de depredadores naturales del ser humano, en consecuencia, su momento de mayor fortaleza necesariamente debe coincidir con el de nuestras mayores debilidades. Es decir, los Vampiros pueden moverse con total tranquilidad durante el día, solo que allí sus presas, nos encontramos con el metabolismo acelerado, en pleno dominio de nuestras facultades mentales, convirtiéndonos en objetivos más difíciles de atrapar.
Los Vampiros eligen la noche porque coincide con nuestro momento de mayor debilidad, cuando dormimos estamos indefensos, sumergidos en un profundo sueño, estamos confusos, torpes y aturdidos.
En todo caso, los Vampiros que mueren bajo la luz del sol tal vez sirvan de metáfora para los horrores nocturnos que se vuelven cenizas durante el día, de que aquellas sombras cargadas de presagios son, después de todo, meras elucubraciones que se hacen polvo bajo el luminoso peso de la razón.
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