viernes, 17 de noviembre de 2017

Criatura de la mitología española: Ojáncanu y Ojáncana

*OJÁNCANU:
El Ojáncanu es un monstruo maligno. Personifica la maldad entre los cántabros y representa la maldad, la crueldad y la brutalidad. Es de carácter salvaje, fiero y vengativo; esta criatura habita en las profundas y lúgubres grutas de los parajes más recónditos de la montaña y cuyas entradas suelen estar cerradas con maleza y grandes rocas. La mitología recoge la creencia de que los desfiladeros y barrancos han sido hechos por estos míticos personajes.
Posee un aspecto descomunal con un solo ojo similar al Cíclope, su voz es grave y profunda. Todo su enorme cuerpo está cubierto por un pelo áspero y rojizo proveniente de la espesa melena y la barba de donde le crece un único pelo blanco, el único punto débil del Ojáncanu. Si se le consigue arrancar este pelo tras cegarle su único ojo, muere.
Por otro lado, la tradición dice que tienen mucho miedo a los sapos voladores y a las lechuzas. Cuando un sapo volador toca al Ojáncanu este muere si no consigue una hoja verde de Avellano untada en sangre de raposo.
Los Ojáncanus se alimentan de bellotas, de las hojas de los Acebos y de los animales y panojos de maíz que roba. Pero también comen murciélagos y aves como golondrinas, además de los tallos de las moreras, y suele hurtar a los pescadores las truchas y las anguilas.
*OJÁNCANA:

En la mitología cántabra la Ojáncana es la mujer del Ojáncanu, y al igual que él, es un personaje sanguinario con el mismo aspecto aterrador, pero es aún más perversa, ya que sus víctimas eran los niños que se pierden en el bosque. Posee similitudes con las Lamias vascas, pero las supera en crueldad.
Tiene dos ojos, grandes pechos que debe colgarse en la espalda cuando corre y carece de barba. Tiene un largo cabello oscuro y alborotado, y de su boca sobresalen enormes y retorcidos dientes.
La reproducción de estos seres, Ojáncanus y Ojáncanas, es extremadamente peculiar dado que no se produce alumbramiento. Cuando un Ojáncanu está viejo, los demás lo matan, le abren el vientre para repartirse lo que lleve dentro y lo entierran bajo un Roble. Transcurridos nueve meses, afloran del cadáver unos enormes y viscosos gusanos de color amarillo que dicen que olían a carne podrida y que durante tres años son amamantados por una Ojáncana con la sangre que brota de sus grandes pechos.

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