Este poema retrata el diálogo entre una persona muerta y una persona que visita la tumba de ésta.
Poe, nos advierte en este poema, sobre la naturaleza ineludible de la muerte, curiosamente alejada del pesimismo y la resignación, aunque relacionada con una especie de nostalgia por el futuro, de melancolía proyectada hacia los amaneceres y crepúsculos que ya no volveremos a ver, presos silenciosos de un destino con forma de ataúd, definitivo, inexorable...
Tu alma, sobre la tumba de piedra gris
a solas yacerá con sombríos pensamientos;
Nadie, en toda esa intimidad, penetrará
en la delgada hora de tu Secreto,
Sé silencioso en esa quietud,
la cual no es Soledad, ya que
Los Espíritus de los Muertos,
quienes te precedieron en Vida,
en la Muerte te rodearán,
y con Sombras, tu quietud enlazarán;
La Noche, tan clara, se oscurecerá,
y las estrellas nos arrebatarán su brillo
desde sus altos tronos en el Cielo,
con su luz de esperanzas para los mortales,
pero sus esferas rojas, apagadas,
en tu hastío tendrán la forma de Fiebre y Llamas,
y te reclamarán para siempre.
Ahora son pensamientos que no desterrarás,
Ahora son visiones casi desvaneciéndose;
De tu espíritu no pasarán jamás,
como la gota de rocío muere sobre la hierba.
La brisa, aliento de Dios, es inmóvil,
y la niebla sobre la colina
Sombría, sombría, y a la vez intocable,
Es una Señal y un Símbolo.
¡Cómo se extiende sobre los árboles,
Misterio de Misterios!
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