Ra es el "gran dios". Es el dios del cielo, dios del sol y del origen de la vida. Ra es el símbolo de la luz solar, dador de vida, así como responsable del ciclo de la muerte y la resurrección.
Se le representa como un hombre con cabeza de halcón sobre la cual portaba el disco solar. Otra forma de culto que se le dio a este dios fue la de Ra-Horajty, un dios solar con cabeza de halcón, coronado por el disco solar y el Uraeus, con cetro Uas y el Anj.
A principios del Imperio Antiguo, Ra era solo una de las varias deidades del sol, pero hacia el 2.400 a. C. se había convertido en el dios oficial de los faraones, que se consideraban sus hijos, e incluso sus reencarnaciones. Durante la Dinastía V, fue elevado a deidad nacional y posteriormente vinculado al dios tebano Amón para convertirse en Amón-Ra, la principal deidad del panteón egipcio.
El faraón Akenatón suprimió el culto a Ra en favor de la deidad solar Atón, el disco solar deificado, pero tras la muerte de Akenatón se volvió a restaurar el culto a Ra.
Cuenta la leyenda, que al principio no había luz; sólo existía la oscuridad y una gran extensión de agua con el nombre de Nun. El poder de Nun era tan grande que desde el interior de la penumbra hizo brotar un huevo grande y brillante. Y del interior de ese huevo surgió Ra.
Ra tenía el poder de hacer lo que quisiera, incluso cambiar de forma. Lo que él nombraba, adquiría forma y se volvía real. Era tan importante el poder del nombre, que guardaba bien secreto su propio nombre para que nadie pudiera usarlo.
Ra se dispuso a crear el sol. Y entonces, el sol apareció por primera vez iluminando la oscuridad, se elevó en el horizonte y al atardecer descendió para volver a ocultarse. Luego nombró a Shu, y los vientos se congregaron por primera vez y comenzaron a soplar.
Cuando Ra nombró a Tefnut, la lluvia se hizo presente con sus gotas. Más tarde nombró a Geb y con solo nombrarlo, se formó la Tierra; y para hacerle compañía nombró a la diosa Nut, y el firmamento se arqueó sobre la Tierra.
Cuando quiso coronar a Egipto con el Nilo, nombró a Hapi. Y el Nilo comenzó a fluir a través de Egipto fertilizando su propio valle. Ra, comenzó a nombrar una por una todas las cosas que existen sobre la Tierra y éstas se hicieron visibles y crecieron. Finalmente, les dio nombre a los hombres y a las mujeres, y desde entonces la humanidad pobló la Tierra.
Como Ra podía asumir la forma que quisiera, tomó la forma de un hombre y se convirtió en el primer faraón de Egipto. Ra gobernó Egipto durante miles de años, llevando bienestar y prosperidad a sus habitantes gracias a las fabulosas cosechas y a sus magníficas leyes. Los egipcios sólo tenían palabras de agradecimiento y no dejaban de ensalzar su nombre.
Pero Ra, había tomado forma humana y por lo tanto, envejecía día a día. Un buen día, los egipcios, dejaron de respetarlo, comenzaron a burlarse de su aspecto y a desobedecer sus órdenes. Ra no pudo evitar oír las burlas y comentarios y cuando vio que los hombres no obedecían las leyes, se enojó de tal manera que decidió convocar a los dioses que había creado, en un lugar secreto para pedir consejo.
Los otros dioses, al ver el mal comportamiento de los hombres, le aconsejaron destruir a los hombres por intermedio de la diosa Sekhmet.
Ra, con su ojo, que desprendía una mirada aterradora, creó a la diosa Sekhmet. Feroz y sanguinaria cual leona que persigue a su presa y se deleita en la matanza y en la sangre. Siguiendo las órdenes de Ra, desencadenó su furia sobre todos los que ridiculizaron a Ra, sembrando el terror y la desesperación en todo Egipto.
Los hombres huían a esconderse, pero la diosa Sekhmet, los perseguía y los asesinaba relamiéndose con la sangre.
Cuando Ra vio lo que Sekhmet había hecho, la llamó a su presencia para preguntarle si lo había obedecido. Sekhmet le respondió que estaba feliz porque había vengado a Ra eliminando a todos los hombres que éste le había entregado. Todo Egipto estaba teñido del color de la sangre y era imposible detener la furia de la cruel y sanguinaria Sekhmet. Pero Ra, se apiadó de los hombres y decidió hacer algo para detener la matanza. Envió a mensajeros rápidos y silenciosos en busca de grandes cantidades de Ámbar. Luego ordenó preparar muchos litros de cerveza hasta llenar siete mil jarras. Más tarde, mandó mezclar el Ámbar con la cerveza. A la luz de la luna, la cerveza adquiría el color rojo de la sangre. Hizo llenar nuevamente las jarras y envió a sus mensajeros a volcarlas en el lugar donde se encontraba Sekhmet. Al salir el sol, Sekhmet estaba preparada para su próxima cacería, cuando vio la tierra inundada de color rojo y creyó que sería sangre real porque no había cerca ningún hombre. Se acercó y bebió alborozada mientras reía y disfrutaba pensando que era sangre. Bebió tanto ese día, que presa de la ebriedad, no pudo matar a ningún hombre.
Cuando Sekhmet volvió a la presencia de Ra, el dios la recibió con alegría, pues no había matado a ninguna persona y decidió cambiar su nombre por el de Hathor. A partir de ese momento, se convirtió en la diosa Hathor.
La humanidad fue redimida y Ra continuó reinando en su ancianidad, aunque sabía que había llegado el momento de delegar el gobierno de Egipto en los dioses jóvenes. No olvidemos que el poder de Ra estaba su nombre secreto; si alguien lo descubría, Ra dejaría de reinar. Ra sabía esto y lo mantenía oculto en su corazón. Sólo utilizando grandes poderes mágicos se podría conocer.
El dios Geb se unió con Nut y tuvo varios hijos: Osiris, Isis, Neftis y Seth. Isis era la más sabia y conocía todos los secretos del Cielo y la Tierra, pero lo que no conocía era el nombre secreto de Ra, así que decidió descubrirlo.
Ra era muy viejo, caminaba con dificultad. Su cuerpo entero temblaba; sus palabras se escuchaban entrecortadas y como la mayoría de ancianos, babeaba.
Isis comenzó a seguirlo a escondidas y cuando una gota de baba de Ra cayó sobre la tierra formando barro, ella lo recogió y modeló una serpiente. Colocó la serpiente cerca del camino y cuando Ra paseaba, la serpiente le mordió y luego huyó a ocultarse. El veneno corrió rápidamente por el cuerpo de Ra provocándole dolor. Ra gritó con todas sus fuerzas y los dioses corrieron a su encuentro.
Ra estaba desconcertado. Sentía que un fuego lo quemaba por dentro y no entraba en explicación de lo sucedido.
Los dioses convocados, lloraban y se lamentaban por lo sucedido. Entre los dioses, se encontraba Isis.
Ra le contó el secreto a Isis. Isis realizó su juramento y el conocimiento del nombre secreto pasó del corazón de Ra al corazón de Isis. Entonces, Isis haciendo uso de todos sus poderes mágicos, ordenó que el veneno abandonase el cuerpo de Ra para siempre. El veneno desapareció y Ra se sintió bien pero dejó de reinar en Egipto. Encontró un lugar en el cielo donde pasear siguiendo la trayectoria del sol.
Ra fue venerado en Heliopolis y Abu Gurab, donde le erigieron Templos Solares los faraones de la Dinastía V.
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