Esta imagen resulta conocida; un académico cazador de Vampiros se enfrenta con un Vampiro que huye despavorido ante la presencia de un crucifijo.
Esta idea de que los Vampiros odian las cruces y los crucifijos está notablemente extendida en la Literatura Vampírica del siglo XX y XXI, tal como pueden ser otras tradiciones populares, como por ejemplo, que los Vampiros no se reflejas en los espejos, que no pueden sobrevivir a la luz del sol, que sólo se alimentan de sangre de vivos, o bien que excluyen de su dieta cualquier tipo de alimento condimentado con ajo.
Esta expansión sobre que a los Vampiros pueden ser ahuyentados con un crucifijo, procede directamente del cine, y en particular de las películas de Vampiros del siglo XX, que utilizaron ese reconocido objeto religioso como una especie de arma espiritual contra los Vampiros.
Sin embargo, los crucifijos no son mencionados en ninguna leyenda clásica de Vampiros, y mucho menos como repelente espiritual.
No existen mitos, ni siquiera ínfimas tradiciones populares de antaño, que afirmen que los Vampiros le temen a la cruz.
Fue Bram Stoker quien impulsó la idea de que a los Vampiros le temen a la cruz en su famosa novela Drácula.
El gran mérito de Bram Stoker fue extrapolar la imagen cristiana del Cristo Muerto, utilizado en exorcismos y en maniobras y operaciones de tipo ritual para expulsar Demonios y otros esbirros de Satanás, y transformarlo en una poderosa arma contra Vampiros.
Antes de la novela de Bram Stoker, no se encuentran menciones de ningún tipo, ni en la Literatura ni en la leyenda, que asegure que los Vampiros odian los crucifijos y menos aún que estos funcionen contra sus ataques.
Lo curioso, es que Bram Stoker tampoco hace de las cruces y los crucifijos un arma infalible. Por el contrario, cada vez que son utilizados a lo largo de la novela éstos demuestran ser bastantes ineficaces.
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