La caza de Brujas consiste en la búsqueda de brujos, brujas o pruebas de brujería, que llevaba a acusar a las personas afectadas de brujería a un juicio y finalmente llevadas a condena. Muchas culturas, tanto antiguas como modernas, han reaccionado de forma puntual a las acusaciones de brujería con miedo de superstición y han castigado e incluso asesinado a los presuntos/as practicantes.
La caza de Brujas se desarrolló en Europa Central a inicios de la Época Moderna. Base para la persecución de mujeres (puntualmente también menores y hombres e incluso animales) por la Iglesia y además por la justicia civil, fue la idea extendida por una supuesta conspiración del Demonio para acabar con la Cristiandad.
La caza de Brujas existe aún actualmente y suele clasificarse del llamado pánico moral.
En la Antigüedad, las artes mágicas eran observadas de cerca y a menudo se temía que fueran Magia Negra. Tanto en el Código de Hammurabi en Babilonia como en el Antiguo Egipto se castigaba a los magos. Sin embargo, nunca se llegó a una persecución masiva.
La Biblia, prohíbe la magia: "No realizaréis adivinación ni magia". Además llama a la persecución de la magia: "Los magos no los dejarás vivir". Esto fue traducido más tarde por Lutero como "Las magas no las dejarás vivir". Pero Brujas, en el sentido moderno, no aparece en la Biblia, lo que no evitó los teóricos de la brujería usaran estas menciones como prueba de su existencia y para su condena.
La Iglesia primitiva en general no participa en estas persecuciones, aunque ya rechaza las prácticas y el pensamiento de la brujería como una superstición.
En la Edad Media, los germanos antes de su conversión al cristianismo, conocían ya la quema de magos que realizaban encantamientos perjudiciales. Sin embargo, en la baja Edad Media carolingia no hubo caza de Brujas. El Concilio de Paderborn del año 785 castigaba tanto la creencia en las Brujas como su persecución. "Quien, cegado por el Demonio, cree como los paganos que alguien es una bruja y come personas, y la queme por ello o deja de comer su carne por otros, será castigado a pena de muerte".
En Hungría se refieren a las Brujas como "strigis" y a principios de la baja Edad Media, el rey Colomán de Hungría sancionó en uno de sus recopilaciones de leyes un artículo que decía: "Sobre las Strigis (Brujas) ya que éstas no existen, no se harán examinaciones indagando por ellas". Tras esto, el reino cristiano y católico húngaro fue una de las excepciones durante la época medieval en donde la brujería no fue perseguida. Los posteriores monarcas húngaros fueron flexibles con los judíos, cumanos, y uzbecos musulmanes, así como con otras etnias, respetando su idioma y cultura.
En Alemania, la primera existencia de la palabra Bruja, "Hexe", aparecen en las leyes de la ciudad de Schaffhausen de finales del siglo XIV.
Durante el siglo XVIII aparecieron historiadores europeos que acusaban a la iglesia y a la Inquisición de la caza de Brujas porque las persecuciones habían sido en nombre de Dios y habían sido sacerdotes quienes inventaron la imagen de la Bruja maléfica. Los autores católicos, posteriormente, reivindicaron el papel de la Iglesia aduciendo que la creencia en las Brujas no fue una invención de la Iglesia y que fue la justicia de los reyes la que habían asesinado a miles de personas con la acusación de brujería. La controversia se mantiene.
Las primeras condenas de Brujos y Brujas se realizan a partir del siglo XIII con la aparición de la Inquisición, cuya actividad principal no es en contra de la brujería sino contra la herejía. En las instrucciones del Papa Alejandro IV, las Brujas no debían de ser perseguidas de forma activa, sino sólo bajo denuncia. El motivo estaba en que cualquiera podía denunciar a su vecino o cualquier otra persona con la que tal vez estaría enfrentada por cualquier motivo y las denuncias eran algo cotidiano.
Si bien la creencia en la brujería es un viejo fenómeno universal, con el cristianismo que comienza a perseguir las artes de las Brujas como algo maligno hace que aparezca la brujería demoníaca. El Código Teodosiano promulga por primera vez, una ley en contra del ejercicio de la magia, el segundo Código Justiniano prohíbe consultar la Astrología y a los adivinos por ser una "profesión depravada". El Concilio de Elvira, declara que matar a través de un conjuro es un pecado y una obra del Demonio. El Concilio de Laodicea solicita la excomunión de todo aquel que practique la brujería o la magia. Durante la Edad Media, la Iglesia y en especial la Inquisición, participaron activamente en generar un clima de violencia y paranoia en esa época.
Al comienzo, la caza de Brujas fue dirigida por los tribunales eclesiásticos pero en el siglo XVI fueron reemplazados por los jueces civiles.
Muchas investigaciones recientes muestran que solían sospechar de mujeres viejas y personas más débiles socialmente. Sólo bastaban rumores o denuncias para poner en marcha la maquinaria judicial, que llevaba a conseguir confesiones falsas a través de la tortura.
La imagen de la Bruja que se daba era por ejemplo a finales de la Edad Media, empezó a configurarse una nueva imagen que tiene su origen principal en la asociación de la brujería con el culto al Diablo y por lo tanto, con la idolatría y la herejía.
El primer proceso por brujería en que están documentadas las acusaciones con la asociación al Diablo fue en Kikenny, en Irlanda.
Se le atribuía a los acusados un pacto con el Diablo. Se creía que al concluir el pacto, el Diablo marcaba el cuerpo del Brujo o Bruja y que una inspección del mismo podía permitir su identificación como hechicería. Mediante el pacto, el Brujo o Bruja se comprometía a rendir culto al Diablo a cambio de la adquisición de algunos poderes sobrenaturales. Entre estos poderes estaba la capacidad de causar maleficios de diferentes tipos que podían afectar tanto a personas como a elementos de la Naturaleza; en numerosas ocasiones junto a estos supuesto poderes se consideraba también al Brujo o Bruja capaces de volar, bien en escobas, animales, demonios o con ayuda de ungüentos; e incluso el de transformarse en animales. No todos los teólogos de la época creyeron en la realidad de los vuelos; algunos los atribuían a ilusiones inducidos por el Diablo.
Según estas creencias, las Brujas y Brujos iban en determinadas fechas a reuniones nocturnas denominadas "Aquelarres", o más generalmente "Sabbats", a las que se desplazaban en ocasiones por medios normales y otras veces, de forma sobrenatural. En los Aquelarres tenían lugar ceremonias que eran básicamente una inversión sacrílega de aspectos a la liturgia cristiana, tenía lugar también la promiscuidad sexual y se realizaban actividades repulsivas; las acusaciones más frecuentes eran de infanticidio y canibalismo infantil. El Diablo era adorado por las Brujas y Brujos y a veces se unía sexualmente en orgías.
No todos los acusados eran mujeres pero se consideraba a la mujer más inclinada al pecado, más receptiva a la influencia del Demonio, y por tanto, era más proclive a convertirse en Bruja.
La imagen de la Bruja como una mujer de edad mayor, que vuela en una escoba acompañada por un gato, que participa en Aquelarres adorando al Diablo, que forma parte de un grupo clandestino que realiza sacrificios humanos y ritos sacrílegos y que conoce todo tipo de pociones mágicas y maleficios se remonta a la Antigüedad. Los cristianos fueron acusados de estos actos en la época del Imperio Romano; durante el siglo II fueron acusados de celebrar reuniones clandestinas en las cuales degollaban niños y mantenían relaciones sexuales no convencionales y adoraban animales.
En un decreto papal de 1.484, reconoció la existencia de las Brujas, donde la Iglesia sostenía que creer en Brujas era una herejía.
Esta bula papal sólo tuvo una influencia duradera en los territorios católicos, pero fue apoyada y aceptada por las demás iglesias occidentales. Sólo las Iglesias orientales no participaron en la caza de Brujas.
Durante el siglo XV la Inquisición se dedicó a quemar más herejes que Brujas y cuando los Estados feudales se organizaron como monarquías independientes del Papa, el poder punitivo se trasladó de la Inquisición a los jueces civiles de estas monarquías, quienes continuaron la tarea de la Iglesia de quemar Brujas hasta el siglo XVIII.
La cantidad de mujeres quemadas como Brujas es difícil de establecer.
El delito de brujería tomó su forma definitiva en Francia gracias a la obra de Jean Bodin "De Demonomanie des Sorciers" en la que se determina que los Brujos y Brujas son culpables de quince crímenes: Renegar de Dios, maldecir de él y blasfemar, hacer homenaje al Demonio, adorándole y sacrificando en su honor, dedicarle los hijos; matarlos antes de que reciban el bautismo, consagrarlos a Satanás en el vientre de sus madres; hacer propaganda de la "secta"; jurar en nombre del Diablo en signo de honor; cometer incesto; matar a sus semejantes y a los niños pequeños para hacer cocimiento; comer carne humana y beber sangre, desenterrando a los muertos; matar, por medios venenosos y sortilegios; matar ganado; causar la estirilidad en los campos y el hambre en los países; tener cópula carnal con el Demonio.
Los que acabaron de perfilar el delito de brujería fueron tres jueces civiles. Nicolas Rémy mandó quemar a unas novecientas personas, acusadas de ser Brujos y Brujas. Henri Boguet escribió un libro en el que describía como descubría a los Brujos y Brujas buscando señales características en sus cuerpos o en sus cabezas a las que mandaba rapar, y a los que no dudaba en aplicar la tortura para que confesaran. Pierre de Lancre mandó quemar a unas ochenta Brujas.
Lutero estaba convencido de la posibilidad del pacto con el Diablo, de tener sexo con él y de la Magia Negra, y apoyaba a la persecución judicial de Magos y Brujas.
Lutero era un partidario de la pena de muerte para la Magia Negra. Sin embargo, Lutero no era un cazador de Brujas.
Hasta la actualidad existen referencias a la brujería y a la magia en el catecismo de Lutero.
Los procesos de acusación de brujería se hacían de la siguiente manera: Primero se les acusaba; la acusación podía ser debida a una denuncia de una Bruja o Brujo que ya había sido detenido, posiblemente bajo tortura. Rara vez se les permitía a las Brujas o Brujos una defensa.
Después se daba la detención; se metían a los presos en mazmorras o torres.
Luego tenía lugar el interrogatorio que tenía tres fases; el llamado interrogatorio por las buenas, el interrogatorio con explicación y muestra de los utensilios de tortura y el interrogatorio doloroso, en el que ya se empleaba la tortura. A menudo se utilizaban las empulgueras, la rueda y el potro.
Después tenía lugar la prueba de brujas; muchos tribunales de diversos lugares usaron este método. Existía la prueba del agua de la que existían dos variantes: Con agua caliente, el acusado/a debía de sacar un objeto del agua hirviendo. Con agua fría, se descendía a la víctima atada a un pozo, si se hundía y se ahogaba resultaba inocente.
También estaba la prueba de fuego que consistía en agrupar a diversas pruebas en las que la Bruja o Brujo tenía que andar sobre ellas o transportar hierro o meter la mano en el fuego.
La prueba de la aguja tenía lugar si se encontraba una supuesta marca del Demonio se pinchaba con un hierro. Si la zona sangraba significaba que la víctima era inocente.
También existía la prueba de las lágrimas, puesto que se creía que quien ejercía la brujería no podía llorar.
Y también podemos encontrar la prueba del peso, porque se afirmaba que una Bruja o Brujo no podía pesar más de 5 Kg ya que tenía el poder de flotar y volar.
A continuación de estas pruebas se encontraba la confesión; nadie podía ser juzgado sin confesión.
Después estaba el interrogatorio para obtener cómplices; las Brujas y Brujos debía de encontrarse en Aquelarres y por tanto, debían de conocer a otras Brujas y Brujos. En un segundo interrogatorio se preguntaba a las acusadas/os por nombres de otras Brujas y Brujos, a veces bajo nuevas torturas.
Después llegaba la condena.
Y finalmente, llegaba el ajusticiamiento; al delito de brujería le correspondía muerte por fuego, es decir, la hoguera, en la que eran quemadas/os vivas/os. Como acto "piadoso" se consideraba el cortar la cabeza o ahogar antes o colgar un saco de pólvora al cuello. El acto de quemar a los condenados en la hoguera sólo se hacía en toda Europa menos en Inglaterra, donde los condenados eran ahorcados.
Algunas de las cazas de Brujas más famosas son:
-En Francia, el caso más conocido es el de "los demonios de Loudun", en el cual el sacerdote Urbain Grandier fue acusado por brujería por las conocidas monjas ursulinas. En este caso hubo claras motivaciones políticas, ya que este sacerdote era conocido como un opositor al Cardenal Richelieu. El acusado fue quemado en la hoguera tras ser torturado.
-Otro caso de Francia es el de Juana de Arco, que fue acusada en realidad de brujería por oír voces angelicales en su cabeza y tener visiones, supuestamente enviadas por el mismo Dios. Juana no fue sólo acusada de herejía, sino también por blasfemia por negar que era una Bruja y lesbianismo, ya que estando presa los ingleses la despojaron de sus ropas, la violaron y la obligaron a vestirse con armadura de hombre. Luego llamaron a uno de los que cuidaban su celda y le dijeron que Juana había obtenido la ropa de hombre con ayuda demoníaca.
-En Inglaterra, las persecuciones de Brujas más famosas fueron llevadas a cabo por Matthew Hopkins en plena Guerra Civil Inglesa.
-En las colonias inglesas de América el caso más famoso es el de Las Brujas de Salem.
-En el Norte de Italia tuvieron varios procesos por brujería a miembros de una secta conocida como los "benandanti", que afirmaban que mientras dormían sus espíritus salían a combatir contra las Brujas.
La mayoría de los condenados eran mujeres. Muchas de estas mujeres eran curanderas, aunque también cocineras y comadronas, así también como encargadas de cuidar niños, fueron el objeto de la caza de Brujas. La mayoría de las mujeres acusadas de brujería eran solteras o viudas, y en general pertenecían a los niveles bajos de la sociedad.
Esto no quiero decir que todas las personas ejecutadas en las cazas de Bruja se ajustaran a este perfil ya que muchos hombres fueron ejecutados tras estos mismos perfiles. En Rusia por ejemplo, el número de víctimas mayor era masculino.
En Suiza hubo dos casos en los que se acusó a grupos de niños. En el primer proceso, los niños no fueron liberados hasta que no intervinieron inquisidores. En el segundo, el tribunal civil obligó a los padres a elegir entre expulsar de casa a los niños y presentar un certificado de su muerte o envenenar ellos mismos a sus hijos. Parece ser que muchos padres efectivamente envenenaron a sus hijos.
Durante la Guerra de los Treinta Años causó bastantes estragos la caza de Brujas.
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