Este poema es un vínculo entre el amor y el espíritu. Otro detalle del poema es que la voz del enamorado no es otra que la de un magnetizador que ha hipnotizado a una mujer, acaso para llevarla al mismo nivel en el que se encuentra él mismo, es decir, una esfera de ansiedades y cautiverios que insinúan una actitud posesiva frente al otro.
Yo adoro a una sonámbula con alma de Eloísa,
virgen como la nieve y honda como la mar;
su espíritu es la hostia de mi amorosa misa,
y alzo al son de una dulce lira crepuscular.
Ojos de evocadora, gesto de profetisa,
en ella hay la sagrada frecuencia del altar:
su risa en la sonrisa suave de Mona Lisa;
sus labios son los únicos labios para besar.
Y he de besarla un día con rojo beso ardiente;
apoyada en mi brazo como convaleciente
me mirará asombrada con íntimo pavor;
la enamorada esfinge quedará estupefacta;
apagaré la llama de la vestal intacta
¡y la faunesa antigua me rugirá de amor!
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