Aunque el Día de San Valentín es sinónimo de alegría y regocijo, su origen histórico poco o nada tiene que ver con la atmósfera de ternura que se respira en este día. Todo lo contrario. La historia que se cuenta del por qué su celebración es el día 14 de Febrero se asemeja más a una película de Terror ya que habla de prisión, martirio y muerte. Y eso, a pesar de que se enmarca dentro de un Imperio Romano en el que el Cristianismo empezaba a abrirse paso.
El origen de todo se remonta al Siglo III. Por entonces gobernaba Claudio II Gótico, que había llegado al trono tras la muerte de Galieno como resultado de una conspiración. Una de las medidas que impuso fue prohibir el matrimonio entre sus soldados porque creía que siendo solteros serían más valientes y estarían dispuestos a jugarse la vida porque no estaban ligados a sus familias.
Fue una etapa de inestabilidad que se plasmó en una gran cantidad de reinados breves precisamente como el de Claudio, que apenas estuvo dos años en el poder ya que murió a causa de una epidemia de peste o viruela (aún no está claro), mientras combatía a los vándalos.
En estas circunstancias es cuando aparece la figura de Valentín, un obispo en Terni (Italia), en una época en la que la prohibición contra las actividades de los cristianos se relajó.
Valentín consideraba una injusticia la prohibición del matrimonio para los soldados así que comenzó a casarlos a escondidas bajo el ritual cristiano. Quizá pensó que no tendría muchos problemas, teniendo en cuenta la época de aceptación y permisividad que se había iniciado. Muchos acudieron a él convencidos de que no debían cumplir la orden del emperador.
Valentín, adquirió gran prestigio en toda la ciudad, hasta que llamó la atención de Claudio II, que quiso conocerle. El sacerdote aprovechó aquella visita para hacer propaganda de la fe cristiana e intentar convencer al soberano romano de que siguiera los pasos de Jesucristo. Y tuvo éxito, porque al principio consiguió que se sintiera atraído por aquella religión que la mayoría de romanos e instituciones repudiaban. Pero alertados por qué aquellas ideas calaran en él, el propio Gobernador de Roma y los altos mandos del ejército organizaron una campaña de acoso contra Valentín con el objetivo de presionar a Claudio.
El emperador terminó cambiando de opinión y ordenó que Valentín fuese detenido. Una vez entre rejas, un oficial llamado Asterius quiso dejarle en ridículo y le puso a prueba. Le retó a que devolviese la vista a una de sus hijas, Julia, que había nacido ciega. Valentín aceptó y obró el milagro en nombre de Jesús. Asterius y su familia, se quedaron tan impresionados que se convirtieron al Cristianismo, corriendo el riesgo que suponía.
Mientras estuvo encerrado, Asterius le pidió a Valentín que le diera clases a su hija Julia, con la vista recién recuperada. Estuvieron muchos días juntos durante aquel aprendizaje hasta el punto de que Valentín se enamoró de la muchacha. Pero el juicio siguió adelante y el final no fue precisamente bueno. Valentín fue condenado a muerte, lapidado y decapitado el 14 de Febrero de 269. La víspera de su ejecución, le envió una nota de despedida a la chica firmada con las palabras "de tu Valentín".
Los verdaderos restos de San Valentín a día de hoy se conservan en la Basílica de su mismo nombre en Terni. La fecha para la celebración del día de los enamorados el 14 de Febrero, no se estableció hasta más de dos siglos después. En concreto, entre el año 496 y 498, cuando el Papa Gelasio decidió honrar su muerte.
El Pontífice lo hizo también para acabar con una curiosa fiesta pagana que se celebraba desde hace siglos derivada de los ritos en honor del dios de la fertilidad: Lupercus. Esta fiesta se celebraba el día 15 de Febrero y consistía en un sorteo mediante el cual cada chico escogía el nombre de una joven la cual se convertía en su compañera sexual durante un año. La Santa Sede quiso acabar como ya digo, con esta celebración pagana canonizando así a San Valentín como patrón de los enamorados.
A partir de ahí, San Valentín se celebró durante mil quinientos años hasta que la Iglesia Católica, consciente de las dudas que existían sobre la veracidad de la historia del obispo, acabó con ella de manera oficial en 1.969. Fiesta que resucitó después por obra del comercio y el consumismo.
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