En la tradición cultural española, se han recogido variantes de esta criatura, según las regiones. Una de ellas se localiza en las montañas cántabras, donde se contaba que, cada siglo, los milanos ponían un huevo de color rojo, del cual salía una pájara blanca y negra que tras cincuenta años cabales de vida, moría y de su cuerpo ya putrefacto salía un gusano que iba mutando de forma hasta convertirse en el "Negro Gallo de la Muerte".
Otra de estas historias la encontramos en el Pirineo catalán, donde se aseguraba que el Basilisco era una bestia que se encontraba sólo en las sepulturas de quienes se llevaban al féretro sus riquezas, de cuya custodia se encargaba con gran celo esta temida criatura.
Han existido otras variantes del Basilisco, y, en definitiva, todas ellas coinciden en describirlo como un ser terrorífico e infernal, muy en consonancia con el ya comentado mito de las Gorgonas por el efecto letal y maléfico de su mirada, al que, en algunos casos, se le ha asociado el carácter de fiel guardián de esos tesoros ocultos en grutas tan recurrentes en las leyendas. Las historias que se cuentan sobre esta bestia la incluyen dentro de la misma familia de la Cocatriz, otra criatura fabulosa de que el Basilisco tan sólo se diferencia por el hecho de que ésta nace de un huevo de gallina incubado en un nido de serpientes.
El recuerdo de esta criatura de fábula parece pervivir aún de forma subliminal en forma de otros animales reales, desprovistos ya de su fascinadora mirada mortal, pero considerados muy perniciosos por las gentes por su gran capacidad venenosa. Como ejemplos pueden citarse el "tiro", muy temido entre los hombres de ciertos pueblos de la provincia de Toledo, a causa de la terrible eficacia de su veneno, que, al final, no es más que un reptil con aspecto de lombriz de tierra, sin patas y ciego y totalmente inofensivo.
Otros casos se dan en Alicante que, según se cuenta y en Málaga, donde se le ha descrito como una culebra cuya peligrosidad es extrema y escasa de longitud, que cacarea agresivamente como un gallo en época de celo, pero, por las comprobaciones llevadas a efecto, ambos casos no son más que un reptil inofensivo.
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