Rosalía de Castro, nos deja una visión inquietante sobre la caída y el sufrimiento inevitable que se desprende del concepto de "destino".
En el abismo que le atrae
desde su fondo más oscuro,
para que deje esta vida tan triste
que él ve cubierta de eterno luto.
No bien una sombra se disipa
otra se agranda... se agranda y le envuelve
sin que adivine por qué ha venido,
por qué le busca, ni qué le quiere,
pero le aterra y le acobarda
y a donde va le sigue siempre.
Si algún dolor abandona su alma,
otro más vivo y más intenso,
en sus entrañas haciendo el nido,
para él inventa nuevos tormentos,
muchos más hondos y más terribles
siempre los últimos que los primeros.
Un mal espíritu, algún demonio
de cuantos hay el más cruel
ha presidido su nacimiento
y oculto guía siempre su pie
hacia los bordes de la alta sima
a ver si puede verle caer.
Vacila su planta ya... y sus ojos
vagos se fijan en lo infinito,
que él cree imagen de la nada;
pero le atrae... le atrae el vacío
en donde flotas, genio invisible,
siempre llamándole hacia el abismo.
Y caen al fin... y nadie sabe,
ni nadie pregunta por qué ha caído.
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