A pesar de su título es uno de los mejores poemas de amor de William Butler Yeats. Está dedicado a la mujer de su vida, Maud Gonne, a quien el poeta imagina muerta y de regreso de la tumba para que su fantasma le susurre palabras de ternura y perdón.
Maud Gonne fue una activista por los derechos de la mujer y miembro de la Órden Hermética del Alba Dorada, círculo de ocultistas y esoteristas en el cual W. B. Yeats también participó. De hecho, en esa organización el poeta debió disputar el amor de Maud Gonne nada menos que con Aleister Crowley.
Si sólo yacieras muerta y fría
Y las luces del oeste se apagaran,
Aquí tu cabeza descansarías,
Y yo mi frente sobre tu pecho,
Tiernas palabras susurrarías,
Perdonándome, pues ya estás muerta:
No te alzarías ni partirías presurosa,
Aunque tengas alma de pájaro errante,
Sabes que tu cabello flotante
Está preso del sol, la luna y las estrellas;
Quisiera, amada, que en la tierra yacieras
Bajo las hojas delicadas,
Mientras los astros, uno a uno, se apagan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario