Al principio, este poema fue uno de los tantos poemas de Edgar Allan Poe dedicados a personas anónimas. Tras algunas publicaciones, Poe rebautizó el poema con una dedicatoria en el título: "A Marie Louise" cuyo nombre completo era Marie Louise Shaw, la mujer que asistió a la esposa de Edgar Allan Poe durante su agonía.
No hace mucho, el autor de estas líneas
afirmaba, con loca vanidad intelectual,
<<el poder de las palabras>>, y descartaba
que en el cerebro humano hubiesen
pensamientos ajenos al reino de la lengua.
Ahora, como burlándose de tal jactancia,
dos palabras -dos suaves bisílabos extraños
de ecos italianos, labrados sólo para los labios
de ángeles que, bajo la luna, sueñan <<en rocío
que pende del Hermón como perlas hilvanadas>>
han emergido de los abismos de su corazón, como
increíbles pensares que son el alma del pensamiento,
como visiones más ricas, más rústicas y divinas
que cuantas Israfel, el serafín del arpa (<<aquel que,
de todas las criaturas de Dios, tiene la voz más dulce>>),
pudiera articular. ¡Y se han roto mis hechizos!
Impotente, la pluma cae de mi mano temblorosa.
Si el texto ha de ser, como me pides, tu dulce nombre,
no puedo escribir, no puedo hablar o pensar,
ay, ni sentir; pues no creo que sea un sentimiento
esta inmovilidad que me ata frente al dorado
portal de los sueños abierto de par en par,
con la mirada absorta en la espléndida visión,
extasiado y conmovido al comprobar que a un lado
y a otro, a lo largo y ancho,
entre vapores púrpuras, y aún más allá
de donde acaba el paisaje... sólo estás tú.
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