La mayoría de personas, conocen, al menos, algo de la atormentada vida del Marqués de Sade; estudiante mediocre, lector voraz, libertino y referente de la narrativa más obscena de su tiempo.
Sin embargo, lo que pocas personas saben es que el propio Marqués de Sade llevó al límite sus impulsos sádicos a través de un poderoso y peligroso afrodisíaco capaz de producir un efecto devastador y posteriormente la muerte.
Después de haber pasado una temporada en prisión como castigo por haber flagelado a una muchacha, el Marqués de Sade resolvió experimentar con afrodisíacos. El afrodisíaco más poderoso era siempre el más difícil de ingerir; de tal forma, que el Marqués de Sade, incapaz de sentir culpa o remordimientos por sus caprichos, decidió distribuirlo solapadamente entre sus invitados.
En 1.772, durante su estancia en Marsella, el Marqués de Sade organizó una de sus típicas reuniones desenfrenadas. Para amenizar la velada, distribuyó unos bombones de anís entre sus invitados; que estaban rellenos con el polvo disecado de la mosca española.
Aquellos invitados que probaron esos bombones, entraron en un frenesí que incluso perturbó al propio Marqués de Sade. Pero el refriegue duró muy poco. En menos de una hora, los comensales empezaron a vomitar y luego convulsionar y buena parte de ellos falleció en el curso de la semana.
Las "golosinas" confeccionadas con mosca española eran conocidas como "pastillas de Richelieu", en alusión a la tendencia del Duque de Richelieu a suministrárselas a sus amantes para que complacieran sus deseos más inconfesables.
Ya en el siglo XIX, el afrodisíaco del Marqués de Sade se comercializaba libremente. Las clases bajas podían adquirirlo bajo otro nombre y era básicamente, un polvo que se disolvía en alcohol.
El dolor que causaba este afrodisíaco era atroz y rara vez cumplía con el propósito original. Con sólo 10 miligramos se obtenía la muerte, e incluso, con dosis bastante menores, las mujeres sufrían horribles contracciones uterinas que en muchos casos conducían al suicidio.
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