Este poema refleja un período particularmente oscuro en la vida de la autora, donde el dolor fue dando paso a una profunda e irreversible depresión; a tal punto que algunos años después, Sara Teasdale se suicidó ingiriendo una dosis letal de pastillas para dormir.
He venido a enterrar al amor
debajo de un árbol,
en el bosque negro y alto,
donde nadie pueda verlo.
No pondré flores en su cabeza,
ni una lápida a sus pies,
pues eso labios que tanto amaba
fueron amargos, nada.
No volveré al sepulcro,
pues el bosque es frío.
Reuniré toda la alegría
que mis manos puedan abarcar.
Estaré todo el día bajo el sol,
donde los salvajes vientos soplan,
pero lloraré por las noches,
cuando no haya nadie para escuchar.
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