Para convertirse en Vampiro durante 9 días hay que seguir los hábitos del Neuntöter. El Neuntöter pertenece a esas típicas razas de Vampiros de las leyendas alemanas. Su nombre significa literalmente "mata nueve", lo cual hace referencia al período de transformación que atraviesa este Vampiro hasta adquirir pleno dominio de sus poderes.
Al Neuntöter le toma nueve días convertirse en Vampiro desde que su cadáver es enterrado. Cuando finalmente se levanta de la tumba, lo hace envuelto en una nube de vapores fétidos, una especie de aura pútrida particularmente repulsiva.
En la Edad Media, se creía que el Neuntöter era un heraldo de la peste. Su hedor característico, mezcla de leche cuajada y moho, era asumido como el preludio de una inminente masacre. Nadie puede convertirse en un Neuntöter; es decir, no estamos ante la presencia de un Vampiro que se produzca mediante algún tipo de transformación mediante una mordida o maldición. Neuntöter se nace.
Sólo los bebés que nacen con al menos dos dientes son potenciales Neuntöter. Precisamente por eso, todos los niños que nacían con dientes eran separados de las aldeas medievales en la región germánica, ya que todos ellos eran potenciales Neuntöter al momento de su muerte.
El hecho de separarlos de sus comarcas, incluso de sus madres, responde a la creencia extendida de que los Vampiros sólo atacan a la región en la que nacieron como humanos.
Para asegurarse de que este Vampiro no levante de la tumba, los sospechosos eran enterrados con una cuchara de madera en la boca; aunque algunos estudios del folclore teutón afirman que ésta era colocada una vez que todos los dientes del muerto eran prolijamente arrancados; quizás para asegurarse de que el Vampiro no pudiese morder a nadie durante su regreso. Si por alguna confusión este procedimiento era olvidado, se debía exhumar el cadáver justo a la medianoche del noveno día de su entierro, momento en el que el Neuntöter comenzaba a abrir los ojos. Acto seguido, se le vaciaba el jugo de un limón sobre los globos oculares; ya que allí, en su mirada, reside la fetidez característica de estos abominables engendros.
Éste no es uno de los Vampiros más terribles que se puedan encontrar, de modo que aquellos que hayan nacido con dientes tampoco les aguarda una vida de ultratumba particularmente agradable. En general, se trata de un Vampiro inarticulado, casi catatónico, que no recuerda mucho de su vida en la tierra, y lo poco que sí conserva en la memoria no le proporciona ningún consuelo.
Es su destino rondar por las aldeas en donde se avecina la plaga; ya que los cadáveres de los enfermos son la única vianda que su organismo corrupto logra digerir.
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