En este poema, la poetisa se despide del mundo en un escenario que no es indiferente a su pena.
Llega el Otoño, la tumba se cubre de hojas muertas. Frente al sepulcro hay un espectro femenino aferrándose a las flores secas que los vivos han dejado.
El ruego es al Otoño, un amante que jamás abandona a sus cortesanas.
Sobre su nueva y brillante tumba
Las hojas de otoño están cayendo,
Donde la hierba alta se inclina oyendo
El murmullo incesante de las olas.
Anciano otoño, estoy aquí
Con mis espigas en cada mano;
Pronuncia la palabra del olvido,
Sólo el reposo parece bueno para mí.
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