Bridget Cleary nació en Clonmel, condado de Tipperary, en Irlanda. Fue torturada y asesinada por su marido en 1.895, quién aseguró que las Hadas habían robado su alma, dejando en su lugar a Changeling.
En 1.894, Michael Cleary, un hombre hasta el momento considerado un buen vecino y un excelente esposo, comenzó a pensar que algo extraño le ocurría a su esposa, que contaba con 26 años de edad.
De modales delicados, que por momentos rozaban el más exquisito refinamiento, Bridget Cleary comenzó a mostrarse más reservada. Algunos sostienen que creció varios centímetro de altura en una sola noche, síntoma que para muchos irlandeses del siglo XIX significaba una sola cosa; que Bridget mantenía algún tipo de relación con las Hadas.
Michael confrontó a su esposa y realizó todas clase de acusaciones, entre ellas, que ya no era la Bridget de siempre sino un Changeling.
Naturalmente, Bridget negó estas acusaciones. Sostuvo, aún en los momentos de mayor dolor físico, que creía en las Hadas, pero que ella era simplemente una mujer mortal. Sin embargo, pronto quedaría demostrado que una creencia aparentemente inocente como la fe en las Hadas podía justificar el más atroz de los crímenes.
Michael Cleary no actuó en soledad. Por el contrario, comenzó a torturar a su esposa en complicidad con varias personas, entre ellas, tres primos de la muchacha, una tía, dos amigos y el propio padre de Bridget.
La intención de este grupo nefasto era quebrar el alma del Changeling para permitir el regreso de la verdadera Bridget.
Después de varios días, la gente advirtió la desaparición de Bridget, Una vecina, se presentó en el domicilio para verificar si se encontraba enferma. Fue acompañada por otros dos vecinos que estimaban a Bridget. Al principio se les negó la entrada, pero después de algunas insistencias finalmente lograron convencer a Michael para que los dejara pasar.
La pequeña comitiva de vecinos, pronto cambió la preocupación por el más siniestro estupor; Bridget se encontraba atada a la cama, con los brazos y las piernas abiertas, vestida apenas con un camisón y con el rostro transfigurado por el dolor.
Los torturadores, lejos de sentirse culpables por ese acto aborrecible, intentaban que la muchacha bebiera una especie de tónico, un remedio casero a base de leche y hierbas, con propiedades supuestamente repelentes para las Hadas.
Prácticamente ahogada en vómito, producto de los litros y litros de tónico que los torturadores la forzaban a beber, Bridget asentía desesperadamente, ya sin fuerzas para llorar.
Un sujeto especialmente sádico, sugirió la posibilidad de colocar la cabeza de Bridget sobre el fuego, lo cual fue admitido en seguida por los demás. En vano gritó la muchacha mientas su cuero cabelludo literalmente, era abrasado por las llamas.
El fuego, según las leyendas de las Hadas, era considerado una prueba sustancial para verificar si alguien era hijo o no de estas criaturas.
A pesar del esfuerzo de los vecinos, en este punto, retenidos contra su voluntad por el grupo de torturadores, las maniobras continuaron hasta bien entrada la madrugada.
Por fin, ya devastada, Bridget, fue llevada a la cama, donde quedó inconsciente.
Michael afirmó a su vecina que Bridget había confesado que se reunía periódicamente con las Hadas en un sitio donde podría recuperar a su verdadera esposa. Para aprobarlo, le enseñó unas ropas que guardaba en el sótano, telas con propiedades asombrosas que cambiaban de color según la luz; también una escoba de bruja e incluso el estiércol típico de los corceles grises que las Hadas emplean para moverse en la noche,
La vecina le creyó firmemente en estas evidencias, aunque no poseía ningún revolver que dejarle a Michael Cleaery.
Horas después, los vecinos afirmaron que vieron a Michael dirigirse a dicho lugar armado con un cuchillo. Cuando volvió, comenzó a golpearla y a exigir que revele su verdadera identidad. La muchacha, una y otra vez, juraba entre llantos que no era una de ellas pero que sí creía en estos seres.
Completamente loco, ausente de toda lógica, incluso del más ínfimo registro de afecto y compasión, Michael Cleaery, bañó a su esposa con aceite de lámpara y la quemó viva. Los restos de la muchacha fueron enterrados en un foso.
El grupo de torturadores fueron arrestados y llevados a juicio.
No es infrecuente que las Hadas adopten como hermanas o como reinas, a todas las mujeres que murieron por creer en ellas.
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