Un cabello que temerario a Berenice esquiva,
Una boca que exhibe rosas, plena de perlas,
Una lengua que emponzoña mil corazones,
Dos senos, donde el rubí alabastro tramaría.
Un cuello que en todo aventaja al cisne,
Dos mejillas, donde la majestad de Flora se agita,
Una mirada que derriba hombres, que convoca rayos,
Dos brazos, cuya fuerza al león han ejecutado.
Un corazón, del cual no brota más que mi ruina,
Una voz, tan celestial que mi condena sentencia,
Dos manos, cuyo rencor al destierro me envían,
Y con dulce veneno la misma alma envuelve
Un adorno, así parece, en Paraíso creado,
De todo ingenio y libertad me ha privado.
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