La helada cumple su oficio secreto
sin auxilio del viento. Un búho vuelca
su chillido en la noche -escucha- inmensa.
Todos descansan y yo me entrego a esa
soledad que propicia el desvarío.
Tan sólo queda junto a mí, en su cuna,
el reposado sueño de mi hijo.
¡Es tan tranquilo! Tanto que turba
el pensamiento con su extremo y raro
silencio. ¡Mar, colina y arboleda,
junto a este pueblo! ¡Mar, colina y bosque
con lo cotidiano de la vida,
inaudibles cual sueños! La azul llama,
quieta en el hogar, ya no tiembla;
sólo esa cinta interrumpe la calma,
agitándose aún sobre la verja.
Su meneo en la calma de esta escena
le da una semejanza con mi vida,
la toma una amigable forma cuyo
endeble flamear hace un juguete
del pensamiento y es interpretada
a su modo por el alma, que busca
en cada cosa un espejo de sí misma.
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